EDITORIAL: LA ESTRATEGIA DEL GOBIERNO Y EL JUEGO POLÍTICO
El reciente escándalo en torno al caso Kueider desató una serie de reacciones en el ámbito político argentino que merecen un análisis profundo
Por: Silvia Guzman Coraita - 14 de Diciembre, 2024 18:01
El reciente escándalo en torno al caso Kueider desató una serie de reacciones en el ámbito político argentino que merecen un análisis profundo. Desde la Casa Rosada, las miradas se centraron en la figura de la Vicepresidenta, Victoria Villaruel , mientras que las redes libertarias han intensificado su ataque. Sin embargo, el Gobiernotomó la decisión de no solicitar la nulidad de la sesión en el Senado, una decisión que revela más sobre la dinámica política actual que sobre el propio caso.
La negativa a pedir la nulidad de la sesión pone de manifiesto un dilema estratégico para el oficialismo. Reconocer un error administrativo de tal magnitud implicaría una admisión de responsabilidad que podría tener repercusiones graves para su imagen y, por ende, para el gobierno en su conjunto. En un momento en que la credibilidad y la confianza son bienes escasos en la política argentina, optar por la omisión parece ser una táctica de supervivencia.
El Gobierno ha optado por avanzar contra aquellos diputados y senadores que tienen causas abiertas, una maniobra que puede interpretarse como un intento de desviar la atención del foco de la controversia hacia sus opositores. Sin embargo, esta estrategia también puede resultar contraproducente, ya que se corre el riesgo de ser visto como un intento de silenciar la disidencia en lugar de abordar las problemáticas de fondo con transparencia y responsabilidad.
En este contexto, la figura de Villarruel se convierte en un blanco más que evidente para el oficialismo. El ataque a su persona no solo responde a la necesidad de desviar la atención, sino también a la estrategia de deslegitimar a quienes representan una oposición clara y vocal. Esta dinámica no es nueva en la política argentina, donde los ataques personales suelen ser la norma en lugar de la excepción. Sin embargo, el peligro radica en que este tipo de enfrentamientos no contribuyen a la construcción de un espacio político más saludable, sino que alimentan la polarización y el resentimiento.
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